miércoles, 14 de julio de 2010

Enseñe paz.



¿Cuántas veces no ha dicho a su chamaco que si lo agreden pague con la misma moneda?

Mi hijo no es ningún zonzonazo al que se surten y alegremente pone el otro cachete, decimos orgullosas muchas madres. Sin embargo el asunto señora, es que no se trata de que su hijo sea víctima de la bullying, o que por el contrario; sea el bravucón que muestra los puños a la primera de cambios. El asunto es que en toda su infancia nunca los enseñamos a ser tolerantes y sobre todo a dialogar y decir las cosas como son.

La violencia se agrava con cada niño al que se le inculca que no hay medias tintas. O se es agresor o se es agredido. Debemos empezar como adultos a sacarnos eso de la cabeza. Uno puede ser capaz de convivir sin llegar a ninguno de los dos extremos. Cierto; la maniobra no es fácil. ¿Quien dijo que iba a serlo?; pero si cada vez somos más quienes estamos dispuestos a convivir; el cambio puede ser extraordinario.

Enséñele a su niño a ser lo más justo que las situaciones de la vida le permitan. Que sepa que habrá momentos en los que tenga la razón y otros no, y que todo debe fluir en debate. Recuérdele siempre que las cosas cuestan y que debe ganarlas; que ser partícipe de actos desleales no implica solo que los realice, si no también que los encubra o los ignore. De aquí estará dando el primer paso para formar un adulto libre de corrupción. Mire que necesitamos muchos de esos.

¿Será que con estas pequeñas medidas podremos ir erradicando la violencia del estado? Al menos de algo sirve. Pregúntese si todas esas personas cuyas vidas las rige la violencia no fueron niños alguna vez. Es cierto que las condiciones de la infancia crea todos los males; pero entonces, ¿quiere usted un ambiente de violencia que marque en la adultez a sus niños?


Yo no.

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