jueves, 9 de septiembre de 2010

De Hijos NiNis y cosas mayores.





Cuando mi hija vino y me dijo tranquilamente que me agarrara bien al asiento- hasta me llevo al sillón más mullido de la sala- porque me tenía una noticia importante, no me dio el dramafat ahí mismo porque en el fondo sabía lo que mi Lucy tenía que decirme. Y en el fondo también lo agradecí. Porque confiaba plenamente en que la mocosa del demonio estaba haciendo las cosas mucho mejor de lo que muchos adolescentes llegan a hacerlo en toda su vida.


En ese tiempo; cuando me vino con que la acompañara al ginecólogo porque según una ella y una odiosa pruebita me iba a hacer abuela; Lucy acababa de terminar la universidad. Como la puse en cursos y en dinámicas de estimulación desde que tenía tres, cuando menos me di cuenta ya estaba escribiendo L U C Y en las paredes y agobiándome con frases raras que veía por ahí; como en el día en leyó juguetes para adultos en la vidriera de una sex shop. Al cabo de los años, terminó ganando un lugar en la Universidad cuando recién cuando recién cumplía 17.


Nunca fue tan noviera como las niñas normales y me parecía que era demasiado el tiempo que pasaba viendo películas y mucho lo que hablaba por teléfono con la amiga gringa que se veía – ¡mi vida! Casi tan nerd como mi Lucy. Sin poder hacer a un lado del todo los usos de mi familia pensaba yo - no tan subconscientemente como quisiera- que quizá esta niña nunca me daría nietos o yernos de los que tuviera que preocuparme. En este tiempo; al terminar con la universidad; andaba con el gusanito de estudiar artes visuales como siempre lo quiso, se pasaba embelesada con una camarita de plástico con muchos lentecitos y se levantaba religiosamente a las 7 de la mañana para irse a trabajar en una librería pequeñita. Yo me hacía a la idea de que difícilmente esta niña iba a salir de su mundo; pero me consolaba la confianza de que ella misma sabría elegir a su momento lo mejor para su vida. Al cabo, cuando supimos que la noticia en cuestión era una chillona a la que quería llamar Valentina no puede evitar decirle, ocultando claro, la alegría que puede caldear los ánimos de más; que tenía que echarle más ganas y ponerse a pensar que ahora la vida iba a ser un poco más complicada. Ella lo sabía. Y yo supe que lo sabía. Pero lo que quería evitar era caer en lo que muchas veces, como padres amantísimos, caemos. Eso de solapar ciertas actitudes a discreción.



Cada vez hacemos a nuestros hijos dependientes de nosotros, les robamos toda oportunidad de ir formando su propio criterio. Los apapachamos tanto que los dejamos indefensos cuando en la vida real, de catorrazos se trata.


Les tendemos a sus pies una red que parece tan segura, que los hacemos creer que siempre estaremos ahí para sacarlos de cuanto atolladero les agobie. Les hacemos la idea de que no existen consecuencias o de que al menos no pasa gran cosa cuando uno mete la pata.


Y luego los padres nos decimos: ¿De dónde salen tantos NINIS? Tanto chamaco baquetón que solo calienta bancas y vacía refrigeradores y bolsillos. ¿De dónde cree usted estimado padre y madre?




Pues de nuestros hogares devotos de la protección de los retoñitos. Total, si de todas formas no hay trabajo. Pa qué lo pongo a trabajar o a prepararse. Mejor lo apapacho, lo cuido y le doy de comer todos los días tortillitas caseras y caldito de gallina sustanciosa.


No, madres. No sabemos el daño que se le hace un hijo cuando desde chiquito se le deja hacer lo que le viene en gana, pero sobre todo cuando se le da en bandeja de plata cuanto gustito le viene a su ociosa mentecita. Es casi inaudito que generaciones de padres que les tocó partirse el lomo para salir adelante ahora, criemos chamacos que no mueven un dedo ni para salvar su vida. Menos van a trabajar o a estudiar y menos, a hacer las dos cosas al mismo tiempo.


No se trata de que los jóvenes tengan todo el día ocupado con una cosa y otra. Eso es extremo y es como un mero eufemismo sobre la importancia de “estar ocupado” y “ser productivo”. Tampoco que se les mande a conseguir chamba desde los 10. Se trata más bien de que los niños tarde o temprano aprendan que DEBEN en algún momento, tomar las riendas de su vida y llevarla a donde quieran; en que sepan que algùn dia deberán tomar el toro por los cuernos y comenzar a crecer; lo cual implica invariablemente que sean capaces de mantenerse solos.


Lucy casi se ofende cuando le dije que si estaba consciente de lo que venía. Que sería horriblemente molesto y cansado atender a un crio latoso y oloroso, y además ir a la escuela y a trabajar. Sí, porque con escuela y mocoso, el dinero menos alcanza. Le prometí que la iba ayudar en todo lo que pudiera, pero que era necesario poner las cosas claras. Es tu hijo y debes tú hacerle cargo, le dije.



Me respondió fresca como lechuga de súper: “si ya sé…pero creo que es mejor tenerlo ahorita que no estoy tan cansada y estoy dispuesta a hacer varias cosas a la vez… y como quiero estudiar otra licenciatura pues mejor ahorita, porque si no; luego ya no”


Mira qué mona. A ver cuánto aguanta, dije.


Pues bueno. Ahora la Vale esta en preescolar, su primer año. Y Lucy está por terminar su licenciatura en artes. Trabaja de 7 a 3 de lunes a viernes y casi todos los fines de semana desde casa. Ella misma atiende a su mocosa y yo la apoyo a veces, y de vez en cuando me permito consentirlas a las dos. Ella paga todos su gastos y quiere seguir con periodismo. Le digo que está un poco loquita y solo sonríe. Y yo también. Confió en que la he criado lo mejor que he podido.

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