No cabe duda de que los tiempos han cambiado. Las abuelas de ahora no son ni lo remotamente anticuadas como las de antaño. Ahora nos alivianamos con los tatuajes y con la moda; y hasta les bajamos los honores a las hijas contándoles que nosotras nos pusimos faldas más cortas y pantalones mas apretados. Definitivamente el papel de la mujer de hoy ha evolucionado para bien, y ya atrás se han quedado muchos prejuicios que laceraban a las antiguas sociedades. Hoy se sabe que buena parte de la población femenina en edad productiva tiene empleo y otra parte; sus propios negocios y proyectos personales.
Los hombres en efecto, cada vez han aceptado mejor el concepto de equidad y si, la discriminación de género ya no es motivo de preocupación entre nuestras hijas y nietas. Pero ¿es eso signo de que se tiene casi ganada la lucha contra el machismo? Para nada. Si hay algo tan arraigado en México casi tanto como las fiestas populares, los festejos del futbol y el menudo de borrego como remedio para cruda; eso es definitivamente el machismo.
Un texto que leí hace poco, decía que la violencia de género ha pasado a la clandestinidad. Es decir, nunca ha sido legal que yo sepa, pero viéndolo de cualquier forma es sin duda, un gran problema. Antes, este tipo de violencia era manifiesta y aceptada, ahora sigue siendo aceptada, pero lo grave es que discretamente, tanto así que ni notamos que no desaparece. Tampoco que se aferra y se alimenta de nuestras acciones y nuestras palabras.
Todavía está mal visto que una mujer trabaje hasta tarde o que salga sola por las noches. Todavía se les mete en la cabeza a las niñas, la idea de que son débiles y que en cualquier momento un hombre puede lastimarlas, al mismo tiempo de que ellos se creen que pueden hacerlo si quieren. No le decimos a los hijos varones, no salgas de noche solo porque una chica te puede asaltar con pistola en mano. Es a las hijas a quienes les decimos; te pueden violar si sales de noche. Te pueden faltar al respeto si sales con ese vestido. Y los hombres alrededor de nosotras lo escuchan y conscientemente o no, se van haciendo a la idea de que así es y que en efecto pueden hacerlo.
Cuantos hombrecitos hijos de sus respectivas mamaces creen - de veras lo creen según expertos- que si ven sola a una chica la pueden piropear con la finura de un tinaco bailarín y la pueden mironear como si fuera alita de búfalo. Eso, que pareciera normal- ¡aguas chicas!- no lo es absoluto. Es una conducta irrespetuosa a nuestra condición de ser humano; es limitadora, amenazante y denigrante para la mujer.
A mí de chavita me molestaba profundamente que un tipo me dijera desde preciosa hasta masita o lo que fuera en la calle. Le sostenía la mirada con firmeza y enojo al que me miraba el trasero y le respondía a la mexicana si se pasaban de aztecas. Nunca me ha parecido aceptable que cuando una va trabajar o cuando sale a comprar la leche, un desconocido se acerque y me mire con lascivia y me diga alabanzas coloradas. No lo veía normal y me enojaba mucho -sigue haciéndolo- por eso ponía tanto empeño en que ellos lo notaran. Probablemente uno crea qu con esas actitudes no se hace gran diferencia, pero si todas les demostráramos que es una conducta arcaica y nociva, probablemente avanzaríamos en asuntos más graves como los feminicidios y la violencia intrafamiliar. En ese sentido, no hay gran cosa ganada. Las mujeres siguen siendo motivo de lisonja sexual y los hombres depredadores de lo comestible, lo débil , lo que está hecho para ser tomado. Lo femenino pues.
Imagine la clase de hijos que van a criar esos hombres. Puro gañan ventajoso que le cae hasta a una escoba con faldas y – con suerte menos- a mujercitas que pueden ser muy entronas para el trabajo y lo que quieran, pero que no se atreven a cuestionar las conductas limitantes de padres, hermanos, maridos o hijos; y peor aún, ni siquiera son capaces de reconocer lo enfermo de las conductas de extraños hacia ellas. Mujercitas que difícilmente harán hijos sensatos. Desgraciadamente el círculo continúa con los hijos de sus hijos e hijas, y los nietos de sus nietos y nietas.
Podríamos invitar a los caballeros a intentar razonar esto y proponer un cambio gradual que no es por nosotras solamente; es por nuestro mundo y sociedades futuras. Pero lo que personalmente creo más conveniente, es empezar a que como mujer, no permitas ni te prestes a ciertas cosas que tu y yo sabemos nos rondan por todos lados cada día. No es lo normal y es inaceptable que te molesten cuando vas en el trasporte público. Así sea con miradas o con cualquier acecho a discreción.
Si, acecho. Eso es si te hace sentir mal, te incomoda o te obliga a extremar precauciones o a preocuparte por tu integridad. Es necesario que vaya quedando claro que no te gusta ni estas disponible para llevar esa clase de jueguitos. Es necesario que dejes claro que no te lo buscas, no lo generas ni lo alimentas; y que no es aceptable desde ningún punto de vista. Cierto si, puede sonar subjetivo el asunto, pero tú sabescuando un muchacho te sonríe o te mira porque le llamas la atención y también si te desnuda y te hace mil cosas con la mirada y la postura. El asunto es que quede claro que si te hace sentir incomoda, seguramente no hay nada bueno.
Muchos dirán que la mayoría de quienes presentan esa conducta con las mujeres a menudo son inofensivos, pero el asunto es que no se trata de que esperes a que te lastime o te siga y te moleste todos los días; es vital que reconozcamos que la conducta en sí, no es normal y más a menudo de que creemos puede ser detonante de asuntos realmente graves.
No quiero decirlo, pero lo diré. Cuídate y cuídanos. Rechazando esas conductas lo haces por todas. Quizá en un futuro no será necesario que vayas con un caballero para que no moleste nadie.