martes, 10 de agosto de 2010

Educación para la vida...



Basado en la memoria autobiográfica An Education, de la periodista británica Lynn Barber; el cineasta británico Lone Scherfig dirigió Enseñanza de vida; una película que se hizo acreedora a una serie de premios alrededor del mundo, entre ellos la presea que otorga la prestigiada Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de los Estados Unidos. El óscar pues.

En la cinta, la actriz Carey Mulligan interpreta a una jovencita preciosa; particularmente inteligente y luchona; que se prepara con bríos para entrar -ay nomás pal’ gasto- a nada menos que la Universidad de Oxford. Fanática de los autores legendarios de la literatura beat y apasionada total del jazz y la chanson francesa, ve de pronto nublada su existencia, cuando se enreda en un romance de esos de cachetear banquetas; que poco a poco va subiendo de tonito hasta llegar a un clímax devastador donde los alegatos y las lagrimas terminan siendo lo de menos.

Como no pienso contarles las partes más jugosas de esta película- que la verdad está de rechupete- mejor les confieso que toda esta presentación pomposa, es mero pretexto para que hablemos un poco de lo que las mamás no quieren hablar. Por eso las abuelas tendremos que echarles la mano.

En la película, Jenny (la protagonista de la historia) se ve deslumbrada por un galán todo buen mozo, elegante y de mundo que le cumple sus gustos caros -tan propios de los intelectuales decía alguien de cuyo nombre no quiero acordarme- como las idas a los cafés de jazz, la alta costura del momento, los viajes -a Paris por supuesto- pero sobre todo, la experiencia en todo los campos.

A la buena niña Jenny, no le llegan por el lado de la historia de amor con príncipe azul y todo eso; pues ella es toda una damita fiera que no se fía de los cuentitos simplones de amor. Sin embargo, el principito en turno sabe cómo llegarle. Y eso es: ofreciéndole ese MUNDO, así con letras mayúsculas que la niña tanto sueña, desea y que; vía la fascinante figura de galán del susodicho; cree alcanzar con un atajo donde además la colma de promesas de amor maduro y sensual.

Por mucho que uno trate de ahorrarles los malos tragos a los retoños, la verdad es que; como de bebés; a veces -más a menudo de lo que quisiéramos- no queda más que dejarlos que azoten y ni modo; que se rompan toda la crisma si se la iban a romper. Seguramente aprenderán mejor que si les hubiera repetido el sermón todos los días, y acabarán entendiendo que no hay caminos fáciles ni formulas mágicas.

El asunto aquí es que la experiencia y eso que tanto quieren nuestros otrora cositas gordas y tiernitas a las que uno les pellizcaba los cachetes; y que uno nunca conocerá realmente; son cosas que ni puede usted garantizarles, ni ofrecerles en última instancia.

Más tarde que temprano, sus hijitos tomarán su camino y no habrá de otra más que se dediquen a madurar. En algún momento deberán conocer las cosas por sí mismos y sufrir (¡glup!) lo que tengan que sufrir. Lo único que debemos procurar es darles las enseñanzas que poseemos; formarles un criterio. Criarlos en lo posible con la justicia, honestidad y respeto, formando una relación con ellos lo más sana y estable posible; pues en un momento dado; ellos tendrán que sacar fuerzas de donde puedan.

La moraleja del cuento es: déjelos crecer. Seguramente ya lo ha encaminado lo mejor que ha podido y con eso basta. La labor tendrá sus frutos. De lo demás no nos queda mucho. Uno no puede asimilar ni enfrentar la vida por ellos, y eso créame no es ser una mala madre. De cualquier forma usted estará siempre ahí para apoyarlos.

Le recomiendo ampliamente “Enseñanza de vida”. Esa tremenda Jenny no me dejara mentir. Les dejo el trailer pa'que se animen -madres e hijas- a verla.

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