lunes, 28 de junio de 2010

Al perro más flaco se le cargan las pulgas.

Luego de un par de meses o lago así de atravesar una trinchera de miedo, no dejo de preguntar qué es lo que supone que se renovó en el centro de Cuernavaca. La verdad es que no dudo de las acciones sólo que no acabo de notar la diferencia entre la calle Galeana de antes y la de ahora. Mejor hubiera sido pienso yo, hubiesen levantado un obelisco con un angelito dorado para festejar las victorias del mundial. Así pudiera ser; a ojos de muchos despistados; un poco más claro aquello del cambio de look.
Mi vecino El Licenciado hizo favor de explicarme: -No es una renovación- me dijo. -Es sólo una manita de gato-.
Ha de ser.
Mi mente de abuela no acaba de imaginarse como cuánto está costando la manita de gato del centro histórico. O nada más se lo imagina tal y como hace pensando en lo que haría con tal lanita. O mejor aún. Lo que harían comunidades de extrema marginación como las de los cinturones que tan propiamente rodean las zonas residenciales y de comercio de caché.
En el estado ascienden a 450 aproximadamente las localidades cuya población sufre de extrema pobreza y alta marginación. Tal es el caso de los municipios de Temoac, Tlalnepantla y Ocuituco; donde el Censo 2010 acaba de de revelar que las condiciones urbanas y de los servicios municipales básicos dejan mucho, muchísimo que desear. Las exigencias son pocas. Las carencias; más que suficientes.
Si bien uno como ciudadano no puede (y no debería) abandonarse a esperar que el municipio le resuelva la vida; bien que puede y (y debe) solicitar y exigir servicios esenciales para una vida no cómoda; más bien llevadera, salva y digna.
El censo decíamos, acaba de darnos tremenda balconeada. Resulta que un montón de comunidades carecen agua potable y escuelas; de electrificación; de sistemas de drenaje y alcantarillado.
Yo se que cada municipio dándose el caso se encarga de atender (o no) sus propias necesidades y no quiero insinuar en lo absoluto que la obra del centro del estado sea un desperdicio. Sólo pensaba en lo irónica que es la vida y que por algo reza el refrán aquello de que “al perro más flaco se le cargan las pulgas”.
Además solo es una manita de gato; ¿Qué no?

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